El valor de tener valores

El mundo que nos ha tocado vivir gusta a unos y defrauda a otros muchos. No es igual ponerse desde la barrera de un pensador que desde aquel que respira, mastica y digiere lo que se encuentra al salir a la calle; aunque habría que estar dispuesto a ponerse en ambas situaciones a fin de clarificar muchas cosas que nos rodean. No obstante el tema es el siguiente: ¿qué le pasa al mundo que parece estar tan revolucionado?

Ante una guerra el sentimiento más fuerte de adhesión a la causa es la defensa de lo que verdaderamente te importa y la comunión con unos valores que a juicio personal se contraponen muy radicalmente con los del bando enemigo. A día de hoy, en contra de lo que algunos piensan, no escucho tambores de una guerra como las de antes, escucho gritos al cielo de miles, millones de personas, que aprenden a ser críticas con la sociedad en la que les ha tocado vivir, que no quieren ser espectadores de su vida sino llevar las riendas sin que les engañen, tomen por tontos o decidan por él sin tan siquiera ser preguntado. Este ciudadano que empieza a ser crítico tiene el coraje de plantarse delante de lo que no funciona y quejarse. Lo tildarán unos de antidemocrático (siendo todo lo contrario), otros de extremista de izquierdas, otros de peón al servicio de poderes anti-sistema, anti-estado o anti-todo, y otros lo llamaremos ciudadano.

No hace falta que miremos fuera de nuestro país para ver a estas personas, basta con pararse a observar lo que tenemos alrededor: el movimiento 15M que clama por una política transparente y justa, las movilizaciones en defensa de un juez que ha ayudado a hacer de este mundo un sitio mejor para vivir, la indignación general ante las injusticias como en el caso de Marta, o más recientemente el clamor de los estudiantes valencianos que ven como su derecho a una educación digna se va destruyendo mientras se construyen aeropuertos inútiles, circuitos de formula 1 o redes mafiosas que llegan hasta unos políticos intocables... Estas personas que no se callan, que luchan por lo que creen que es justo y son muchas veces alter egos de gente con el mismo sentir pero no misma determinación, son los soldados que van a la guerra, nuestra guerra por hacer de este mundo un lugar mejor para vivir.

Existen aquellos a los que no se les ha tocado aún su bolsillo, status, o situación de confort y no quieren verlo, no quieren posicionarse o incluso, con todo el derecho de expresión del mundo, se pronuncian en contra de estos ciudadanos, anclados en sus ideales, que muchas veces tienen miras que no sobrepasan el umbral de su situación, clase o círculo. No obstante, aun teniendo trabajo, como es mi caso; aun teniendo buenos estudios, como es mi caso; aun sin faltarme absolutamente de nada, como es mi caso; puedo decir que las cosas no están funcionando bien y por lo tanto hemos de tener claro todos cual es nuestro deber como ciudadanos y no mirarnos constantemente el ombligo.

Esta sociedad es la que nos ha tocado vivir, no vale el ideal del romanticismo donde lo mejor era pensar en otros tiempos y ampararse en el poco valor del presente para huir de él. Basta ya de quedarnos quietos mientras poco a poco pisotean nuestra integridad, derechos y valores. Uno puede ser de una ideología y otro de otra, pero el factor común ha de ser que todos queramos ser ciudadanos, y por ende tener valor para tener valores.

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