Bajan los tipos de interés, Italia y España consiguen flexibilizar sus condiciones de rescate y no cargar la deuda bancaria a la soberana, España gana la Eurocopa, Dívar es forzado a la dimisión (aunque aún no castigado), baja el paro en este mes, Alonso consiguió una remontada espectacular en F1… ¡Parece que España se está recuperando! ¡Estamos viendo “brotes verdes”! ¡No habrá más recortes y todo irá cheeeeeee, paaara el carro! ¡Seguimos estando jodidos! ¡Y lo que nos queda!

Nunca he sido pesimista y espero nunca serlo, soy de la opinión que el pensamiento positivo engendra acontecimientos positivos, no en plan rollo libro “El secreto”, pero sí de automotivación. No obstante tampoco me gusta que los acontecimientos recientemente quasipositivos lleven a engaños, a falsos estados de euforia o a inyecciones sedantes con las que te enteras poco y nada porque en teoría te sientes bien y ya nada puede afectarte. España, que es la que conozco en mayor o menos medida y en la que, por lo menos hasta el mes que viene, estoy viviendo, atraviesa un momento donde absolutamente todo se está poniendo patas arribas, y cuando digo todo tristemente digo todo.

Cuando no hay pela la cosa se pone jodida, pero no solamente porque no haya dinero, malo es esto cómo malo es lo que trae consigo. Si en el imaginario colectivo en España no hay dinero y todas las empresas están jodidas (algo que es rotundamente incierto) esta imagen que interesados y no interesados se encargan de engordar crea un pretexto para taaantas situaciones. Que “están las cosas muy mal” no sólo es aplicable en los casos en los que efectivamente están las cosas muy mal, también vale para crear la excusa perfecta para generar un terreno de juego propicio a cambios especulativos, intereses ideológicos y más concretamente a contrataciones con sueldos más reducidos o condiciones laborales más abusivas. Para muestra 2 botones vividos en primera o tercera persona:

Situación Nº 1: Sujeto X va a una entrevista de trabajo de una compañía Y, sobre la que previamente se ha informado y sabe a todas luces que va muy bien aun en los tiempos que corren, todo esto antes de la reforma laboral. En la reunión de reclutamiento, donde se junta X con unos 8 candidatos más, la responsable de contratación sin reparo ni conciencia alguna ofrece unas condiciones de mierda esgrimiéndose en lo mal que están las cosas e, inquirida por el sujeto X, refuerza su discurso esgrimiendo que sus jefes ganan en torno a 500 euros mensuales (si ¿no?)

Situación Nº 2: Sujeto Z lleva trabajando en el mismo puesto cerca de 2 años. Es cajera de supermercado o al menos eso pone en su contrato, el cual delimita sus funciones y crea un acuerdo concreto entre trabajador y empresa. Sujeto Z quiere su trabajo pero empresa Q quiere menos trabajadores. Por suerte, para ella, prescinden de las chicas de la limpieza, sin embargo, saltándose a la torera el contrato firmado, a partir de ahora Sujeto Z adquiere las funciones de limpieza, sin recibir extra alguno, revisión de contrato o consideración por ello. Ha de conformarse interiormente con que aún tiene su trabajo.

Como estos hay cientos, miles de casos. A lo que voy es que estamos rodeados de depredadores insaciables, personas sin principios ni valores que sólo bailan al son del billete. No estoy descubriendo nada nuevo sólo recordando el mundo en el que vivimos, con o sin crisis, en un peor o mejor momento. De nada sirve tantos cambios “necesarios”, tantos recortes “imprescindibles”, tantos “ajustes” si no existe detrás una verdadera conciencia global y reflexiva de los mismos. ¿Por qué se cambian unas cosas y otras no? Porque el que ostenta el poder toma las decisiones y es el que elige; el pueblo le ha dado carta blanca y su propia subjetividad va a ser la que decida que da unas subvenciones a los toros y a la iglesia y al cine no, por poner un ejemplo concreto; o que ciertas leyes pueden ser cambiadas porque viene un mecenas con muchísima pasta y como puede dar empleo y dinero nos comemos con patatas lo que supuestamente son normas intocables; o directamente como queremos sacar dinero de donde sea ¡adelante amnistía fiscal! ¡Vayamos todos al río a lavar el dinero!

Aquí no hay principios ni valores ni carácter, ¿hacia dónde vamos como sociedad entonces? ÉSTE ES EL TEMA AL QUE QUERÍA LLEGAR. Admitamos cambios, admitamos ajustes, admitamos reformas, admitamos recortes pero siempre y sólo siempre estén orientadas a algo que no sea sólo pasar el escollo, improvisar y hacer lo que parezca bien en cada momento, llegándose muchas veces a propias contradicciones. Si no tenemos como misión conseguir una sociedad más justa y confortable para todos, con un carácter y unos principios sólidos y asentados, ¿qué se puede esperar de nosotros? A día de hoy somos como perros que persiguen la pelota que más le gusta en cada momento, yendo y viniendo, a la deriva de un mar que ni nosotros mismos controlamos. Y es que cuando es el dinero lo que orienta las acciones y decisiones estamos condenados a este estado perpetuo, pues por la propia naturaleza del mismo nos convertimos en mercenarios que se arriman al fuego que más calienta. Y éste, perdonadme que os diga, no es el camino para evolucionar. Dejaos de mierdas de que queréis dejar a vuestros hijos un mundo mejor cuando la verdad es que ni hacéis ni sentís absolutamente nada de eso, no basta trabajar en lo que sea que te de dinero y así poder alimentar a tu familia; “dejar un mundo mejor a tus hijos” significa trabajar por y para mejorar la sociedad, adquirir una responsabilidad social estés en el puesto que estés y en la situación en la que te encuentres.

Por eso, en resumen, no condicionemos nuestro estado anímico y nuestro afán colaborativo y ciudadano al momento en el que vivimos, necesitamos de compromisos sociales, de gente honesta que construye y no destruye. Podemos dedicarnos a una cosa u otra pero por encima de todo somos personas en sociedad, y si estamos en sociedad tenemos que colaborar entre todos y cuidarnos, en caso contrario vete al campo y aíslate, no eres merecedor del título de ciudadano. Vale la pena sufrir por un futuro que va a ser mejor, para todos, no por un futuro incierto donde sigue primando la ley de la selva y el todo vale.

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