Para quien no conozca el refrán: “la pereza engendra pereza”
Un comportamiento muy común y extendido entre los mortales es no tener ganas de hacer nada, querer  vaguear, no pegar palo al agua, estar mirando las musarañas, estar a verlas venir, no mover un dedo por nada y podría seguir con más expresiones pero creo que se ha captado el mensaje.
La mejor manera de hablar del tema  es contando con el primer supuesto: todos en algún momento hemos sido perezosos. Quien lo niegue que revise las veces que se ha quedado en casa, prefiriendo estar frente al  televisor o el ordenador o durmiendo o la videoconsola, en vez de salir de fiesta, dar un paseo, moverse en resumidas cuentas; o las veces que hemos dicho que íbamos a hacer algo y pasados los días, incluso semanas, puede que meses, más te vale que no años, todavía ni lo habíamos empezado…
La pereza está escondida en cualquiera de nosotros, esperando a salir en cualquier momento. Ahora bien, aun ocupando su plaza de pecado capital (God is watching you!), pasando un poco de su demonización y tal, a mi juicio la pereza está muy infravalorada, es un calificativo bastante negativo de cara a una presentación en sociedad, eso sí, así que nadie es perezoso, y si lo es, esa persona tendrá asociadas otras características que el imaginario colectivo juntará y conformará una imagen que lo convertirán no menos que en un patán, inútil o non-grato.
Por lo pronto convendría puntualizar y distinguir al perezoso ocasional del perezoso por naturaleza, pues no es justo meter en el mismo saco a los dos. Mientras que el primero desarrolla su labor perezosa estacionalmente o en momentos puntuales el perezoso por naturaleza lleva inherente ese ritmo pachorro que marca su vida a fuego, lento, muy lento. Estoy de acuerdo con que se tenga una consideración negativa del perezoso natural, pues su forma de ser repercutirá de una forma u otra sus relaciones laborales (no trabajar, escaquearse, hacer lo mínimo para salir del paso…) o incluso relaciones con familia y amigos pueden verse afectadas por su falta de pro&actividad. Sin embargo, reivindico la figura del perezoso ocasional y la libero de todos sus estigmas posibles; y lo digo alto y claro.
Ayy el perezoso ocasional… que buenos momentos haciendo… nada… ¿De verdad que después de estar trabajando (quien puede), o estudiando, o ambas a la vez durante un tiempo no te pide el cuerpo un break, un descanso? Cada cual desarrolla su descanso como quiere o le dejan sus circunstancias: uno prefiere dedicarlo a sus hobbies, otros a hacer deporte, otros a viajar, otros a estar con la familia haciendo cosas, y otros incluyen el espíritu del perezoso ocasional en ese descanso. Seguro que hay gente que se echa las manos a la cabeza y es de la opinión de qué la vida es para vivirla y que cada minuto que no haces algo lo estás perdiendo, y todas esas argumentaciones en contra de la pereza, pero yo les digo una cosa, ¿no estáis cansados de hacer cosas todo el tiempo, a todas horas, por todo? ¿acaso no cabría la posibilidad de que hacer nada fuese bueno porque estás descansando de hacer todo? Es como si eres carpintero y en tus vacaciones te pones a construir un arca de Noé cuando posiblemente estás ya hasta la huevada de tanto serrín, astillas y herramientas.
Venid que os estoy esperando: ¿Entonces estás defendiendo que está bien la posibilidad de que en tu tiempo de descanso no hagas nada? Pues me parece perfecto y es que ahí quería llegar yo… La ventaja del perezoso ocasional es que tiene conciencia y no está imbuido del nirvana perezoso; eso quiere decir que dentro de su cabeza lucharán siempre dos fuerzas, la que le dice que se merece descansar y no hacer absolutamente nada y la que le anima a desarrollar actividades que le gusten o le sean útil, a hacer todo aquello que no ha podido hacer el resto del tiempo porque tenía unas obligaciones que cumplir. En el momento en el que existan estas dos fuerzas y unas veces gane una y otras otra sabrás que eres un perezoso ocasional, si solo manda, y fuera de tu descanso, la que dice que no hagas nada quizá debieras plantearte tus posibilidades. Por eso mismo, el listón lo marcamos nosotros. Poniéndome yo como ejemplo: llevo dos semanas sin hacer absolutamente nada, tan sólo permanecer en un mismo sitio viendo series, películas y redes sociales; esta tercera semana el perezoso ocasional que hay en mí aún sigue picándome para que siga sin hacer nada (al fin y al cabo me lo merezco); sin embargo, como el límite lo ponemos nosotros mismos les estoy diciendo a esa vocecita que no, que también quiero escribir, hacer fotos, planear mi futuro viaje con mi novia, y creedme que no es una lucha fácil, por que tal y como rezaba al principio “la pereza engendra pereza”, pero aun así lucho con esa fuerza porque tengo claro a lo que quiero dedicar mi tiempo y hemos de ser consecuentes. Por eso mismo pienso férreamente que me quiten lo bailao por el tiempo que he pasado y que aún pasaré de perezoso ocasional, estoy más descansado, he roto con la rutina anterior de trabajo y hasta me siento un poco de vacaciones, pero sé que el tiempo lo marco yo, no mi pereza. Y en mi modesta opinión esa es la clave para poder disfrutar de ella y no sentir pudor al manifestarlo.

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