Todo comenzó cuando una electrizante morena me dio en un acto de generosidad encomiable dos cigarrillos, uno de los cuales me estoy fumando ahora, antes de marcharse y salir al desierto, aquí presente.
_ ¿Desierto?
_....
_Señor Tuker, parece ser que el desierto está fuera, en la calle.
_¡Conectamos con Ollie Williams, que se encuentra ahora mismo con el desierto fuera, en la calle. ¡Ollie! ¿Qué novedades hay?
_Wjaaaahh!!!
_Gracias Ollie
Y justo en el momento que cruzó el umbral de la puerta, un diminuto, fugaz pero persistente pensamiento comenzó a sobrevolarle, sin saber aún donde estaba ni de que se trataba, sólo intuyéndolo por ahí, rondando.
Siguió con su vida normal sin una necesidad impetuosa de nada: terminando de ver “Shark”, bebiendo agua, viendo Investigación Criminal, bebiendo agua, mirando anuncios, bebiendo agua, mirando anuncios, bebiendo anuncios, comiendo, masticando, digiriendo anuncios, bebiendo agua, de agua hasta los huevos, hasta los huevos de anuncios; apagué la tele, me fui a echar un meo y finalmente acabé en frente del piano, después de lavarme las manos, por supuesto.
Primero empecé con las canciones de siempre: “Dimly don’t” (no, no es un villancico, y no, tampoco es porno, y no, aún no se me ha ocurrido un título mejor) y “Bring back” (¿alguna objeción?), para después empezar con melodías aún sin acabar y decirme a mi mismo que sonaban de puta madre.
Con esta subida de ego gratuita y necesaria para redondear la historia decidí tocar una de las canciones anteriores inacabadas, “         “ (está en tinta invisible; te hará falta quemar la pantalla para verlo) y de ahí improvisar y a lo que saliese…
Salido, así fue como acabó tras esa bendita obra de arte de la música moderna; cachondo, después de semejante despliegue de acordes y la forma tan             (tinta invisible de nuevo) de unir todas sus canciones anteriores en una; orgulloso, y de ahí que, emulando a las estrellas holliwoodienses del cine en blanco y negro, lo que más le apeteciese para coronar la faena era fumarse un piti, y él recordaba que tenía dos: ¡¡doble placer!!
Cruzando habitación, pasillo y comedor en slow motion, con música triunfal y cara de triunfador, remató su golpe de suerte con el primer piti, que se deslizó entre sus manos como lo hace una preciosa piedra de mineral sulfúrico por una preciosa lengua de lava volcánica.
Ya sólo quedaba la hazaña por la cual nuestros antepasados dejaron de ser menos tontos: el fuego. Era imposible que en una casa no hubiera forma de hacerse con fuego… El pensamiento que tuvo al principio y que aún no había parado de revolotear tomó tierra…
¡Me cago en los gases que sólo aparecen cuando no se les llama! ¡Me cago en las nuevas cocinas de Teka! Con lo bien que funcionan las de llama, ¡¡llama!! ¡¡LLAMA AHORA y se llevará DOS LAVADORAS, TRES CAMELLOS, DOS YAMAS Y UN JODIDO Y SOBRESATURADO Ipod TOTALMENTE muy GRATIS !!, es decir, para los imbéciles, ¡¡GRATIS!! ¡¡LLAMA!! …
Pues nada, que no; que no conseguía el dichoso fuego.


Intenté echar mano de los capítulos de “El superviviente”, o “El aventurero”, o como coño se llame el menda zumbao de Cuatro que se mete en el hielo, come gusanos y duerme en una cama de la polla, que ni viscolatex ni mierdas de esas que anuncia el camaleónico Constantino Romero, hecha con palmeras y cuerdas naturales guays antihormigas, antidinosaurios, antimisiles y antitodo sin ayuuudaaa de naaaadieee (guiño guiño). Pues na’, resulta que el machote no se había enfrentado nunca a semejante putada, a no ser que apareciera en un capítulo que no fuese el que siempre repiten una y otra vez!!
Y ahí estaba yo, ¿con la Esperanza por los suelos? ¡¡No!! Como se suele decir en estos casos: “la Esperanza es lo último que se pierde” (por desgracia en algunas ocasiones).
Empecé a buscar entre la montaña de objetos, libros y papeles que vivía en su cuarto y finalmente, de nuevo amparándose en la esperanza, de la que había sido tema principal el capítulo de “Perdidos” visto anteriormente (creo que fue mientras bebía agua), en el cual el grandullón consigue arrancar una furgoneta destartalada; agarrándose también a su necesidad imperiosa de llevarse a la boca algo cilíndrico, duro y llameante’ (de entlal, pol favó’) localizó un mechero con nombre omitido de cantante Reinona y apellido no omitido feo que te krugers, pero estaba desmontado (verídico!! tengo fotos!!) No sé si fue por el gas que había en la habitación o por la emoción de creerme el de Bricomanía que decidí ponerme a montarlo sin tener ni guarra de cómo hacerlo… Evidentemente, tras diez minutos, mala ostia e impotencia (no puedo ser perfecto) no conseguí absolutamente nada, sólo un chute fino de gas suficiente como para nutrir Buckingham Palace diez navidades y ocho días de Pascua.
Derrotado, alicaído, con calor y unos vecinos que sólo se les ocurre poner un cuadro a martillazos a las cuatro y media de la tarde, ¡¡a las cuatro y media!! ¡¡ Qué somos españoles joder!! ¡¡Nos echamos siesta!! volvió el pobre despojo a su pegajoso sofá azul.
Pensé en el tabaco, en el mal que hacía al organismo de uno y del de los de su alrededor; pensé en la cantidad de dinero que a costa de propagar basura recaudan al año las industrias tabacaleras, la fortuna que amasan… la fortuna… fortuna… Fortuna… ¡¡Fortuna!!
Como una exhalación se levantó del sofá dejándose un trozo de piel de pantorrilla y otro de brazo pegados a sus paredes y enfiló semihipnotizado hasta su cajón desastre, habitado por criaturas mitológicas, yonkies y Tamara, después Ámbar, después Yurena y siempre patética. ¡Ahí estaba!, escondidito bajo tres llaveros, dos hojas, un tractor y de nuevo Tamara, que me comentó que quería resurgir como fuese. ¡Ahí estaba su mechero de Fortuna! ¡Su mechero guay que asemejaba un paquete de Fortuna! ¡Su mechero guay que según recordaba no tenía gas y que asemejaba un paquete de Fortuna!
De nuevo se amparó en la Esperanza y, viendo que era su última oportunidad, decidió que debería aprovecharla y darle por fin una alegría. Meció entre sus manos el aparatito, lo abrió lentamente, le dijo las palabras mágicas y el resto ya os lo he dicho al principio así que ya lo sabéis.
Lo curioso es que se me ha venido a la cabeza escribir esta historia y una vez que la he empezado, como no podía escribir rápido y fumar a la vez, he optado por apagar el cigarro, jugármela y darle al fiel mechero otra oportunidad.
“La Esperanza es lo último que se pierde”…
Hay que ser bobo…

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